Lectura: 1 Reyes 1:15-31
El dueño de una modesta empresa había sufrido un pequeño derrame cerebral, y como consecuencia de ello, no había podido ir mucho a su oficina. No sabía de las intenciones de uno de sus hijos, quien en conjunto uno de los socios, estaban tramando apoderarse de la empresa. No obstante, debido a una equivocación de este hijo, pudo enterarse del plan que estaban tramando en su contra, gracias a lo cual frustró las malvadas intenciones de estas personas.
Es triste saber que este tipo de acciones no se limita a un pueblo o país, o que solo ocurren en empresas. Estas luchas de poder, han llevado a muchos a romper relaciones de años, en algunos casos las personas han llegado incluso a cometer asesinatos, y porque no decirlo, han sido la razón de muchos golpes de estado. Por las ansias de poder vemos estas disputas en muchos escenarios: entre vecinos, en las familias y hasta en iglesias.
En la lectura de este día leímos como Adonías, intentó quedarse ilegítimamente con el trono de Israel (1 Rey.1:5-10), pero Dios tenía otros planes. Tanto Betsabé (esposa de David), como el profeta Natán, pudieron detener el intento de golpe de estado (vv.11-31) y el líder designado por Dios, Salomón, llegó a ser el rey legítimo (vv.38-40; 2:12).
No debemos olvidar que Dios es quien establece los reinos de la tierra (Daniel 5:21), levanta líderes y los derriba, ya sea en el campo político o en las iglesias. En muchas ocasiones es necesario reemplazar a los líderes ineficaces, mas esta decisión debe ser tomada solamente después de haber orado mucho pidiendo la dirección del Señor, para que Él nos ayude a tomar la decisión de la forma más justa posible. Jamás debemos participar en movimientos que sirvan tan sólo a las ambiciones o venganzas de personas hambrientas de poder, en lugar de ello debemos honrar a Dios en cualquier campo en el que nos desempeñemos (Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres – Col.3:23).
- No seamos tan prontos para juzgar, seamos prontos para orar.
- La posición más poderosa de la tierra es arrodillarse delante de Dios.
HG/MD
“Por esto exhorto, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias por todos los hombres” (1 Timoteo 2:1).