Lectura: Salmos 86:1-17
Ciertamente, aun las personas más ricas deberían entender que la pobreza y la necesidad tienen que ver más con el espíritu que con la billetera.
En nuestra lectura devocional del Salmo 86, David nos comparte que la ayuda que Dios provee no se mide por el saldo de nuestra cuenta bancaria. Cuando reconocemos honesta y humildemente que somos pobres y necesitados, no lo hacemos para que el Señor derrame abundantes riquezas materiales sobre nosotros, sino para dar lugar a otros tesoros más valiosos, los espirituales.
Esto es lo que Dios hace a favor de los pobres y los necesitados espiritualmente hablando: Guardará nuestra vida y salvará a todos los que confían en Él (v. 2); será misericordioso y estará dispuesto a perdonar (vv. 3, 5); y escuchará y responderá a nuestras oraciones (vv. 6-7).
Y como consecuencia de las bendiciones inmerecidas del Señor, tenemos la obligación de ser agradecidos a la vez que seguimos sus caminos, andamos en su verdad, le alabamos, tememos y glorificamos su nombre (vv. 11-12).
- No nos olvidemos de todas las bendiciones espirituales que el Señor tiene para nosotros, ni de la respuesta humilde que debemos tener ante su generosidad.
- Recuerda: “bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
HG/MD
“Inclina, oh Señor, tu oído y escúchame porque soy pobre y necesitado” (Salmos 86:1).