Lectura: Marcos 8:27-33
Al leer los Evangelios, en algunos momentos podemos sentir la tentación de juzgar a este grupo de personas que hoy conocemos como los Apóstoles, quienes además de tener diferentes contextos y oficios como: pescadores, recaudadores de impuestos o radicales políticos, tenían algo en común, parecían lentos para entender.
Jesús les decía cosas como: “¿Así que también ustedes carecen de entendimiento? ¿No comprenden…? (Marcos 7:18). Asimismo, Juan lo reconoce en su evangelio “Sus discípulos no entendieron estas cosas al principio” (Juan 12:16). Sin embargo, no siempre fue así, se nos dice que Pedro entendió una verdad que es central en la fe; cuando Jesús le preguntó: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondiendo Pedro le dijo: ¡Tú eres el Cristo!” (Marcos 8:29).
Pedro llegó a entender quién era Jesús, pero no comprendió completamente lo que esto significaba. Cuando el Señor predijo su muerte, Pedro se opuso (v.32), y Jesús tuvo que decirle: “… ¡Quítate de delante de mí, Satanás! Porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (v.33).
Pedro al igual que muchos de nosotros, aún continuaba pensando en función de su humanidad, él creía que Jesús sería un Mesías tipo Moisés que los liberaría del “Egipto” de su tiempo: Roma; en ese momento no entendió que el reino que Jesús establecería sería diferente, ya que, en lugar de estar basado en la liberación física, estaba fundamentado en el servicio y el sacrificio de su propia vida.
- Debemos estar muy atentos, ya que Satanás siempre nos tentará a obtener lo que queremos en términos de poder y grandeza personal, en tanto Jesús nos dice que: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mateo 5:5).
- El mensaje de Jesús sigue siendo el mismo que compartió en los tiempos de los apóstoles, no es uno de libertad material, es uno que nos liberará de nuestra esclavitud espiritual del pecado, ¿aceptas su mensaje?
HG/MD
“Pero ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondiendo Pedro le dijo: ¡Tú eres el Cristo!” (Marcos 8:29).