Lectura: Hebreos 9:27-10:18

Eran las 07:05 hora local del 24 de septiembre de 2015, en la zona de Mina, la temperatura llegaba a los 46 grados; este lugar está situado a unos 10 kilómetros al este de La Meca y todo comenzó cuando dos millones de personas estaban participando en la peregrinación a la Meca.  Un grupo de peregrinos estaba sentado en el suelo, y otro grupo sin razón aparente se asustó y literalmente pasó por encima de los que estaban sentados; resultaron 717 muertos y 863 heridos.

Imaginen que ironía, estas personas estaban tratando de acercase a su dios y sin embargo murieron más pronto de lo que imaginaron a causa de su devoción.

La verdadera tragedia no es la muerte en sí, pues todos algún día moriremos, unos más temprano que otros; la tragedia realmente es que la muerte llegó y ellos no conocían a Cristo como Salvador.  A toda persona que no ha conocido a Jesús como Salvador y Señor, lo que le espera es la separación eterna de Dios (2 Tesalonicenses 1:9; Hebreos 10:31).

Creer que Dios existe, o hacer un acto de devoción netamente religioso, no nos da acceso al cielo.  La entrada eterna a la presencia de Dios, es un regalo que se recibe tan sólo por la fe en la obra redentora de nuestro Señor Jesús, creyendo que Él vivió, murió y resucitó de los muertos, para con esto pagar el precio de muerte que había sobre nosotros (Romanos 6:23).

  1. Si aun no has puesto tu confianza en Dios y le sigues, sufrirás la peor de las tragedias, una eternidad separada.  No permitas que esto suceda.
  2. Puedes hacer toneladas de buenas obras, y aun así estar muerto en delitos y pecados (Efesios 2:1-3).  Lo que necesitas es seguir a Jesús y tu vida cambiará.

HG/MD

“¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31).