Lectura: Sal. 119:14, 33-40
A la gran mayoría de nosotros se nos educó para que nos enfocáramos en tener éxito en nuestras carreras o en nuestros oficios, esperando con esto que se nos reconociera muy bien en el aspecto monetario; esto ha creado en muchos la idea de que todos los problemas de la vida se solucionan teniendo una buena educación o un buen puesto de trabajo, e incluso en algunas ocasiones como resultado de una buena administración podemos obtener riqueza.
La riqueza en sí misma no tiene nada de malo, pero puede llegar a engañar al hacernos pensar que el dinero es la respuesta a todas nuestras necesidades y anhelos.
Es por ello por lo que el salmista nos explica de forma muy simple, cuál es la verdadera riqueza para Dios: “Me he gozado en el camino de tus testimonios más que sobre toda riqueza… Me deleitaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras (Salmo 119:14,16). Entonces, el concepto de riqueza espiritual está centrado en la obediencia a Dios y en caminar en “la senda de sus mandamientos” (Salmo 119:35).
Tan sólo imagina si nos entusiasmara más obedecer la Palabra de Dios que ganar mucho dinero con un negocio. Es por ello por lo que debemos orar como el salmista: “Inclina mi corazón a tus testimonios y no a las ganancias deshonestas. Aparta mis ojos para que no vean la vanidad; vivifícame en tu camino” (Salmo 119:36-37).
- La riqueza espiritual está al alcance de todos aquellos que caminan con el Señor.
- Debemos poner más amor, trabajo y compromiso en nuestro andar con Dios, después de todo Él es la fuente de todo lo que somos y tenemos.
HG/MD
“Me deleitaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras.” (Salmo 119:16).
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