Lectura: Proverbios 2:1-6

Había un hombre llamado Justino Mártir quien vivió aproximadamente entre los años 100 al 162 d.C., fue un hombre muy reconocido por su búsqueda incesante de la verdad, se dice que leyó a todos los escritores clásicos y todo tipo de filosofías, todo por su deseo de alcanzar la pureza sexual. Finalmente terminó frustrado y escribió la siguiente línea: “…tarde o temprano es traicionado el amor”.

Se cuenta que un día mientras Justino caminaba divagando por una playa, se encontró con un anciano que le habló a su corazón como nunca nadie lo había hecho, palabras de vida que no encontró en ninguno de los sabios filósofos.  Le habló simplemente del amor Dios que él conocía, le contó sobre la vida de Jesús, y gracias al sencillo mensaje de salvación, encontró lo que siempre había buscado, aquello que le da sentido a la vida: “si como a la plata la buscas y la rebuscas como a tesoros escondidos, entonces entenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios” (Prov. 2:4-5).

Todos en algún momento de nuestra vida buscamos o estamos en la búsqueda del propósito por el cual estamos aquí, tratamos sin éxito de encontrar respuestas en los lugares equivocados: en el dinero, en el éxito, en la filosofía, en el amor, y también porque no decirlo en la misma religión.

Si aún no has encontrado lo que buscas te invitamos a leer los evangelios.  Inicia por el evangelio de Juan y luego continua con los demás, al ritmo que quieras, medita en ellos y en sus historias, pídele a Dios te dé entendimiento, te aseguramos que Dios te va a escuchar y hallarás el propósito que has buscado por tanto tiempo, el cual se encuentra en Jesús (Juan 17:3).

  1. Así como Dios, le dijo a su pueblo Israel en Amos 5:4: “…¡Búsquenme y vivirán!”, hoy también te está haciendo ese mismo llamado, búscalo y tendrás vida eterna (Juan 3:16).
  2. Si realmente quieres encontrar la verdad, busca a Jesús, “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Juan 8:32)

HG/MD

“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú has enviado” (Juan 17:3).