Lectura: Romanos 12:1-8

Desde hace algunos años se habla mucho sobre el derecho de las personas de «hacer lo que quieran».  A la gente se le anima a ser ellos mismos con la motivación de llegar a conocerse a sí mismos y expresarse sin importar las consecuencias.

Sin embargo, por ejemplo, en un avión comercial, el piloto, copiloto, mecánicos, ingenieros y asistentes de vuelo tienen diferentes responsabilidades. Los pasajeros estarían en gran peligro si cada uno de los miembros de la tripulación descuidaran sus deberes, para realizar un papel diferente al que les corresponde.  De la misma manera, una iglesia puede estar expuesta a un grave daño si sus miembros empiezan a reclamar las posiciones de otros creyentes simplemente porque quieren o se les antoja hacer otra cosa.

Como creyentes nunca debemos perseguir un individualismo que glorifique al “yo” y que ignore a Dios.   Recordemos nuestra responsabilidad hacia los demás y nuestra dependencia del Señor.  No obstante, también es cierto que Dios puede usar nuestras distintivas habilidades y dones espirituales para su gloria.

En Romanos 12, a los creyentes se les recuerda que, si bien son parte de un solo cuerpo, todos ellos tienen diferentes habilidades dadas por Dios. Cada hijo de Dios está obligado a reconocer sus talentos particulares y usarlos para su servicio.

  1. No te conformes a ser mediocre con la obra de Dios, no codicies una posición para la cual no estás calificado o para la que Él no te ha llamado. Reconoce el don que Dios te dio y úsalo bien.
  2. Tu lugar es aquel donde puedes hacer el mayor bien para la obra de Dios.

HG/MD

“Digo, pues, a cada uno de ustedes por la gracia que me ha sido dada, que nadie tenga más alto concepto de sí que el que deba tener; más bien, que piense con sensatez, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3).