Lectura: Salmo 133:1-3
Tengo muchos recuerdos de mis viajes de vacaciones familiares, es muy emocionante conocer nuevos lugares, paisajes, costumbres, entre otros. Para algunos viajes hemos contratado una excursión donde viajan personas de otros países, y en muchos de ellos conocimos a personas extraordinarias, pero también conocimos a personas que se quejaban de todo y todos, de la comida, de que les quitaran su lugar preferido en el transporte, de los hoteles, del guía, del niño que lloraba, del clima, etcétera; en muchas ocasiones este tipo de personas llega a arruinar la alegría de un viaje con las peleas y las quejas.
Si has experimentado algo similar, puedes imaginarte como se siente Dios cuando sus hijos se quejan y pelean. Sabiendo lo importante que son las buenas relaciones, el Señor oró por nosotros de la siguiente manera: “…para que todos sean uno, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21; Mateo 20:20-28). También es importante anotar que dentro de las actitudes que Dios aborrece, se incluye: “el que provoca discordia entre los hermanos (Proverbios 6:19).
Es por esta razón que el salmista indicó de una manera tan absoluta lo siguiente: “¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía! Es como el buen aceite sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras” (Salmo 133:1-2). Recordemos que, en la antigüedad, el aceite con que se ungía, estaba lleno de especies aromáticas que perfumaban todos los ambientes que visitaba el ungido.
- ¡Cuán bueno sería que, en nuestras familias, trabajos, amistades, estudio e iglesias, dominara la hermosa fragancia de la paz y la armonía!
- En el viaje de la vida, en lugar de quejarte, piensa en todas las cosas hermosas e incalculables con que Dios te ha bendecido.
HG/MD
“¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía!” (Salmo 133:1).