Arqueología e Historia
Las guerras del tipo asedio llegaron a ser una de las formas más arduas y aterradoras de guerra usadas en el mundo antiguo. Para los atacados, la derrota significaba no sólo una amenaza, un futuro incierto y a menudo un destino mortal para sus guerreros, mujeres y niños. Para los atacantes, un sitio significaba largas semanas en un campamento inmundo, con raciones pequeñas y trabajo agotador en condiciones extremadamente peligrosas. Una masacre, esclavitud y violaciones a menudo eran lo que seguía, a un asedio de tropas hambrientas y furiosas, las cuales saqueaban la ciudad, en un frenesí salvaje y sangriento.
En la ilustración. Se pueden observar tres guerreros egipcios, protegidos en un escudo protector que los cubría de una lluvia de flechas, estos están utilizando un ariete primitivo para romper las paredes de la ciudad, esta reconstrucción fue dibujada por el arqueólogo israelí Yigael Yadin, en su libro “El arte de la guerra en las Tierras Bíblicas” (1963). Esta imagen fue rescata de un mural dañado en una tumba que data de hace unos 4.000 años de antigüedad en Beni Hasan, a unos 200 kilómetros al sur de El Cairo.
Los soldados antiguos no solamente usaron arietes y picas para destruir las murallas de las ciudades, también cavaron túneles por debajo de ellos, literalmente, socavando las estructuras. De hecho, a lo largo de los siglos, los armamentos fueron cada vez más sofisticados, los soldados de Alejandro Magno, por ejemplo, utilizaron la fuerza de la torsión, impulsando sus catapultas para lanzar piedras con una fuerza tremenda.
Una de las armas más devastadoras de todas era el asedio pasivo. Los ejércitos a veces aislaban una ciudad amurallada durante años hasta que la sed, el hambre y las enfermedades diezmaban a sus enemigos.
Desde el principio, los seres humanos han construido fortificaciones para protegerse de los ataques. La antigua Jericó construyó fortificaciones desde antes de los años 1500 a.C. La muralla defensiva de la ciudad, alcanzaba los 3 metros de espesor y unos 4 metros de alto, el asentamiento en el interior de las murallas, quizás alcanzaba unas 2.500 personas. Dios utilizó una variación de esta estrategia para derrotar a esta ciudad fortificada, sin embargo lo hizo por medio de una táctica diferente, usó Su poder y unido a la obediencia de su pueblo. Si quieres leer más sobre esta fascinante historia lee Josué 6.
Fuente parcial: BAS-Library