Lectura: Juan 15:1-13

Hoy en los Estados Unidos es un feriado nacional.  Dentro de las celebraciones que se hacen en las diferentes ciudades, es común que las personas preparen barbacoas y asen hot dogs, también es normal que existan desfiles; además, al final de la tarde e inicio de la noche se puede observar cómo se ilumina el cielo con los fuegos artificiales, esto lo hacen para recordar el día cuando las colonias del país declararon su independencia.

En la mayoría de los pueblos libres cuando se nos menciona la palabra independencia, viene a nuestras mentes el ser libre del control, la influencia, el respaldo y la ayuda de los demás.  Debido a ello, también es muy normal que a ciertas edades los adolescentes empiecen a reclamar su independencia.  También muchos adultos tienen como meta de vida ser totalmente independientes y poder sostenerse con el dinero que generan. Asimismo, los ancianos desean mantener la independencia que han obtenido con el transcurrir de los años.

No obstante, el hecho de procurar la independencia política o personal es una cosa, pero atreverse a perseguir la independencia espiritual genera problemas innecesarios, ya que realmente lo que necesitamos es reconocer y aceptar nuestra profunda dependencia espiritual. Jesús declaró: “Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer” (Juan 15:5).

  1. Somos total y eternamente dependientes de Aquel que murió para darnos la libertad.
  2. Así que, lejos de ser autosuficientes, cada día de nuestras vidas celebremos nuestra dependencia de Dios.

HG/MD

“Yo soy la vid, ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto. Pero separados de mí nada pueden hacer” (Juan 15:5).