Lectura: Efesios 6:1-9
Un hombre trabajó 42 años para la Compañía de Muebles Herman Miller. En su cena de despedida antes de pasar al retiro, dijo, “Esta es mi compañía. ¿Dónde más podría un obrero de producción como yo participar en la administración de la compañía?” ¿Que había inculcado esta clase de lealtad? En parte, fue el liderazgo de D. J. De Pree, el presidente de la compañía por muchos años.
Un día, un obrero en la planta murió de repente. Cuando el Sr. De Pree visitó a su viuda, ella le contó acerca de la poesía de su esposo y de su testimonio al vigilante nocturno. Esto impresionó al Sr. De Pree en cuanto al valor de cada uno de los obreros en su planta. De allí en adelante, su actitud hacia el negocio cambio. “Me di cuenta,” dijo, “que la primera prioridad del fabricante era hacer que su producto fuera el mejor que le fuera posible fabricar para quien lo usara; la segunda era el hombre en la fábrica que lo fabricara; y la tercera era los dueños.”
Esta actitud está arraigada en las Escrituras. Los cristianos que trabajan tanto en la mano de obra como en la administración trabajan para un Amo. Por lo tanto, los empleados deben servir con diligencia. La administración debe hacer lo mismo -con dos añadiduras. Deben ser justos (Colosenses 4:1) y no deben amenazar (Efesios 6:9).
La integridad, la preocupación por los demás, y el respeto mutuo hacen de toda compañía una compañía del pueblo.
1. Si eres empleado: ¡Trabaja como para el Señor!
2. Si eres empleador: ¡Sé justo con tus empleados!
NPD/DJD