Lecturas: Mateo 27:3-10; Hechos 1:16-20.
Existe dentro de la jerga judicial de muchos países una condición conocida como el “testigo de la corona”, bajo la cual se designa al testigo clave en un proceso judicial, ese testigo en el caso de Jesús, además de los falsos testigos, era Judas Iscariote.
El as bajo la manga de los líderes religiosos traía cierta tranquilidad a sus conciencias, ya este este hombre apóstol de Jesús, persona de su círculo cercano, había consentido en entregarlo y serviría para mostrarlo ante autoridades y personas como evidencia de que Jesús no era lo que decía.
Ahora Judas siente remordimiento por lo que había hecho, al saber que el Sanedrín había condenado a muerte al Maestro y decide devolver el dinero que había obtenido gracias a su pecado y traición; él sabía quién era Jesús y de su inocencia. 2 Corintios 7:10 es claro en que el remordimiento de Judas era culpa y no arrepentimiento genuino: “La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte”.
Por supuesto, los líderes no se arrepentían de nada y se limitaron a decirle: “¿Y eso a nosotros qué nos importa? respondieron. ¡Allá tú!”, y decidieron con cierta vergüenza que ese dinero no podía volver a la casa de Dios por tener un origen sangriento y mentiroso, así que lo usaron para comprar un terreno donde se enterraría a los extranjeros, un lugar alejado de la ciudad en el cual posiblemente también estaban tratando de enterrar el recuerdo de su crimen. Luego de eso Judas decidió suicidarse.
1. Cuán equivocados estaban los líderes religiosos, y cuanto cinismo mostraron al juzgar y condenar a Jesús con falsedades y traiciones; lo que no sabían era que sus acciones contribuirían a que Jesús cumpliera su misión final acá en la tierra, morir por nuestros pecados y resucitar al tercer día.
2. El arrepentimiento no debe confundirse con culpa, la culpa no nos lleva sino hacia la muerte, mientras que el arrepentimiento parte del hecho que aceptamos nuestros errores y reconocemos que necesitamos de la ayuda que sólo puede provenir de Dios. El llamado de Jesús sigue siendo: Ven y ve.
MD/HG
Jesús: Sangre inocente. “He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente. ¿Y eso a nosotros qué nos importa? respondieron. ¡Allá tú!” Mateo 27:4.
Este devocional forma parte del estudio anual cronológico de la vida de Jesús: La Vida de Jesús, el cual llega a ustedes en alianza con Sonlife Classic.