Lectura: 1 Juan 1:5-2:6
Está demostrado que el ejercicio puede ayudarnos a combatir los resfríos e infecciones en general. La teoría detrás de eso es, que una sesión de ejercicios bien hecha, ubica al cuerpo en una condición similar a aquella en la que nos encontramos al inicio de una fiebre. Eso no está mal, ya que la fiebre es la manera natural en la que el cuerpo se defiende cuando un virus trata de entrar. Ese aumento de temperatura del cuerpo, ayuda a nuestro sistema de defensa constituido por los glóbulos blancos, al tiempo que combate la acción nociva que producen los virus y bacterias.
El ejercicio hace lo mismo, inyecta en nuestra sangre químicos que estimulan el cerebro para hacer que nuestra temperatura aumente.
En los primeros dos capítulos de 1 de Juan, se nos indica que en este caso la práctica regular de un buen ejercicio espiritual, es muy benéfico para la salud del alma. Esto nos mantiene atentos para evitar el pecado y hace que sea más fácil obedecer a Jesús; al leer la Biblia diariamente y poner en práctica los principios para nuestro tiempo, encontraremos los mecanismos de defensa necesarios para combatir los efectos adversos del mal.
No obstante, la desobediencia provoca, por así decirlo, una baja de nuestra temperatura espiritual. Al alejarnos de Dios, nuestra comunión con Él se ve interrumpida. Cuando permitimos que el pecado entre en nuestras vidas, la infección espiritual encuentra las condiciones perfectas para invadir otras partes de nuestras vidas.
- El mejor programa de ejercicios espirituales radica en combinar la fe y la obediencia. Camina con el Señor diariamente, esto hará que tengas una mejor salud para el alma.
- Si quieres un corazón saludable, ejercita tu fe.
HG/MD
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).