Lectura: Ezequiel 18:26-32
Cada año muchas empresas jugueteras tienen que retirar del mercado algunos de sus productos: desde muñecas, figuras de acción o juguetes tecnológicos; la razón por la cual sucede esto es casi siempre la misma: “Este producto está defectuoso o es peligroso y puede causar un daño grave e incluso la muerte. Devuélvalo a la tienda donde lo compró o reenvíenoslo por correo y le haremos el reembolso.”
La advertencia es necesaria por parte de las empresas; no obstante, todo dependerá de si el consumidor final quiere devolver el artículo defectuoso.
De la misma forma Dios ha puesto una advertencia en el corazón de cada persona: “A causa de una atracción fatal hacia el pecado y el efecto mortal que este produce en las personas, si continuas “usando” el pecado, y no corriges el problema, tendrás como resultado la muerte espiritual debido a que tu corazón está contaminado con un artículo defectuoso”.
Por medio del profeta Ezequiel, Dios le comunicó a su pueblo que: sus corazones se habían adulterado (Ezequiel 6:9) y endurecido como una roca (11:19). No obstante, el Señor anhelaba que sus corazones se suavizaran, que regresaran a Él, y lo expresó de la siguiente manera: “Por tanto, yo los juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice el Señor Dios. Arrepiéntanse y vuelvan de todas sus transgresiones, para que la iniquidad no les sea causa de tropiezo. Echen de ustedes todas sus transgresiones que han cometido, y adquieran un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué han de morir, oh casa de Israel? Ciertamente, yo no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Dios. ¡Arrepiéntanse y vivan!” (Ezequiel 18:30-32).
1. No sigas esperando ni un minuto más; si aun no has depositado tu fe en el Señor Jesús como tu Señor y Salvador, tienes un gran problema llamado pecado que de seguro te llevará a la muerte eterna, toma la decisión correcta hoy.
2. Ser salvado por Dios no es empezar de nuevo, es recibir una nueva vida.
HG/MD
“Ciertamente, yo no quiero la muerte del que muere, dice el Señor Dios. ¡Arrepiéntanse y vivan!” (Ezequiel 18:32).