Lectura: Gálatas 1:6-10
Muchas veces tenemos la costumbre de basar nuestras decisiones en lo que piensan o dicen otras personas, en lugar de tener nuestras convicciones y hacer lo que a Dios le agrada. La razón más frecuente de hacer esto es debido al temor que sentimos de ser juzgados o de que se burlen de nosotros; a eso se le llama presión social.
El apóstol Pablo también experimentó este tipo de presiones. Existían algunos judíos que empezaban a creer en Jesús, pero no entendían completamente que algunas cosas en el plan de Dios estaban cambiando en ese preciso momento; por ejemplo, creían que los gentiles debían circuncidarse para ser salvos (Gálatas 1:7; 6:12-15).
Sin embargo, ante esas presiones él se mantuvo firme y siguió predicando que la salvación era sólo por gracia por medio de la fe, y que no se requerían obras. Por eso, lo acusaron de autodenominarse apóstol y de que su versión del evangelio nunca había sido aprobada por los otros apóstoles (Gálatas 2:1-10).
Este servidor de Dios tenía muy claro que su meta era trabajar para Cristo y que la aprobación de Dios, no la de los hombres, era lo más importante (Gálatas 1:10), y no iba a dejar que esas personas lo presionaran para hacer algo que era incorrecto.
Como creyentes debemos entender que servimos a Dios, ya sea que la gente nos estime o nos desprecie, nos elogie o nos calumnie. Un día, “cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo” (Romanos 14:12). Esto no significa que debemos ignorar lo que dicen o piensan los demás, sino que, en definitiva, nuestro interés principal debe ser agradar al Señor y que Él nos diga: “Bien, siervo bueno y fiel” (Mateo 25:23).
- Danos el valor para serte fieles sólo a ti Señor.
- Recuerda, sigues a Dios, no a humanos.
HG/MD
“Su señor le dijo: Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
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