Lectura: 1 Timoteo 4:11-16
Mientras escuchaba la radio, un día de tantos, transmitieron la invitación de una de las iglesias en la localidad vecina. El locutor estaba entrevistando al ministro de la iglesia donde se realizaría el evento, y mencionó a un invitado especial, que era muy conocido por sus interesantes mensajes, e indicó que al final de las predicaciones habría un tiempo de preguntas y respuestas. Luego volvió a hacer hincapié en este último punto al decir: “Aunque no tengan preguntas, vengan de todas formas. Estoy seguro que después de oír a nuestro invitado, tendrán algunas”.
Entiendo lo que en realidad quería decir, pero la forma en la que lo expresó, parecía sugerir que el predicador invitado produciría más preguntas de las que contestaría.
Esto mismo es lo que ocurre en ocasiones, cuando un creyente trata de explicar las verdades bíblicas a nuevos creyentes, o de testificar sobre su fe a personas que aún no han aceptado el regalo de la salvación que nos brinda nuestro Señor. Lo que sucede es que confundimos más de lo que ayudamos.
El problema no es la verdad que se está tratando de compartir, sino su deficiente comunicación. La equivocación podría provenir a causa de la falta de profundización en el estudio bíblico y la oración.
Todos los creyentes estamos obligados a estudiar las sagradas escrituras (1 Tim.4:13,16). Así, cuando surjan preguntas sobre temas espirituales, o cuando tengamos una oportunidad de testificar a los perdidos, tendremos las respuestas correctas y daremos un clarísimo testimonio bíblico.
- Nunca debemos sustituir las buenas nuevas del evangelio con nuestras opiniones.
- Empieza hoy mismo a profundizar en tu relación, habla con Dios, cuéntale tus dudas, lee Su Palabra, reúnete con otros que también quieren conocerle mejor y comparte con otros sobre la maravillosa vida que ahora disfrutas, la cual no está exenta de problemas, pero con la diferencia que ahora tienes una razón por la cual vivir: Dios.
HG/MD
“Porque no nos predicamos a nosotros mismos sino a Cristo Jesús como Señor; y a nosotros como siervos de ustedes por causa de Jesús” (2 Corintios 4:5)