Lectura: Hageo 2:1-9
Estoy mi agradecido por el trabajo que Dios me ha provisto y generalmente tengo mucho ánimo cada día que me levanto para ir a trabajar. Pero hubo un tiempo en el cual estuve un tanto desanimado pues empecé a pensar en la estabilidad económica de mi familia, me hacía la siguiente pregunta: ¿lo que ganó es suficiente para mi familia? Me preguntaba esto, pues había visto a otros compañeros que les iba mejor a que mí y obtenían oportunidades para sobresalir, esos pensamientos hicieron que esos días fueran de mucha zozobra y me quitaron el gusto de ir a trabajar.
No obstante, en esos días en mi lectura anual de la Biblia, llegue nuevamente al libro de Hageo, y leí que aunque muchos judíos habían regresado a Jerusalén para empezar la reconstrucción de ciudad y del templo, pronto empezaron a desanimarse, pues comparaban lo que estaban construyendo con los recuerdos que tenían del hermoso templo que había edificado Salomón, esto les hacía sentir que su esfuerzo era insignificante.
Estas personas necesitaban nuevamente tener valor y alegría por lo que estaban haciendo, así que el Señor les dijo: “…Esfuércese todo el pueblo de la tierra, dice el Señor, y actúen; porque yo estoy con ustedes…” (Hageo 2:4)
Existen algunos que buscan el valor para continuar, en un grupo, otros lo buscan en sus logros personales, otros buscan esa confianza creyendo en sí mismos, pero lo único que consiguen es camuflar su inseguridad.
Como creyentes también debemos esforzarnos en cada cosa que hagamos, recordando que nuestra confianza proviene de nuestra relación con Él (2 Corintios 3:4). Dios está con nosotros (1 Corintios 6:19). Somos sus hijos e hijas (Juan 1:12), si tenemos estas verdades muy cerca de nuestro corazón, tendremos el ánimo que necesitamos para enfrentar cualquier circunstancia adversa y seguir trabajando.
1. Recordemos: “Y todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).
2. Encontramos el ánimo para seguir, cuando nos arrodillamos delante del Señor.
HG/MD
“¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en ustedes, el cual tienen de Dios, y que no son de ustedes?” (1 Corintios 6:19).