Lectura: Lamentaciones 3:19-29

En el 2005 cuando los llamados Routemaster originales, buses rojos de dos pisos, íconos de Londres, empezaron a ser retirados del servicio público, muchas personas sintieron como si algo de sus vidas se estuviera marchando.

Estos icónicos autobuses dieron servicio durante más de 70 años a los londinenses y turistas, convirtiéndose en parte del paisaje de la capital británica. Aunque algunos de ellos aún realizan servicios de turismo, la empresa que los operaba, Transporte de Londres, TfL por sus siglas en inglés, los ha venido sustituyendo por unidades nuevas y modernas que son más funcionales en lo que respecta a la accesibilidad, y desde abril 2021 ya no están en circulación.

Los cambios a menudo se asocian con pérdida, desde algo tan insignificante como un recuerdo de nuestra infancia o juventud, hasta algo tan fuerte como la muerte de un familiar, la destrucción del hogar o la frustración por un sueño no cumplido.  Para cada pérdida por pequeña o grande que sea, desearíamos tener sobre nuestro hombro un toque de esperanza y sanidad.

En el libro Lamentaciones nos encontramos con esa mezcla de sentimientos entre rabia y tristeza, de hecho, algunos han llamado a este libro como: “el funeral de una ciudad”.  En él su autor Jeremías llora amargamente por el cautiverio de su pueblo y la destrucción de su amada ciudad; no obstante, en medio de toda esa desolación, un rayo de luz esperanzador se asoma en el horizonte: “Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. “El Señor es mi porción”, ha dicho mi alma; “por eso, en él esperaré” (Lamentaciones 3:22-24).

  1. Aunque estemos atravesando por una situación de pérdida y sufrimiento, podemos encontrar esperanza en nuestro Señor quien nunca nos abandonará.
  2. Cuando la luz del amor de Dios se encuentra con la tormenta de nuestro sufrimiento, aparece el arcoíris de la esperanza.  Confiemos en Dios.

HG/MD

“Por la bondad del Señor es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias” (Lamentaciones 3:22).