Lectura: 1 Timoteo 6:6-19
La ambición ha atrapado en sus garras a muchas personas que considerábamos normales, ha acabado con los sueños de muchos emprendedores y ha costado el trabajo de muchas familias que dependían del esfuerzo de empresarios que han caído en la tentación de la codicia.
La ambición nos susurra al oído diciéndonos: “serías más feliz si tuvieras más dinero, más cosas, más poder…” Crea en nuestros corazones sentimientos de descontento y en ocasiones nos impulsa a hacer lo que sea con el fin de obtener lo que deseamos o anhelamos.
La Palabra de Dios es muy clara cuando nos dice que debemos confiar en Él, y no “en la incertidumbre de las riquezas” (1 Timoteo 6:17).
En nuestra lectura devocional, el apóstol Pablo nos aconseja la forma en la cual podemos enfrentar la ambición; simplemente es huyendo de ella, “sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia, la mansedumbre” (1 Timoteo 6:11). Además añade: “A los ricos de la edad presente manda que no sean altivos ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas sino en Dios quien nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, que sean generosos y dispuestos a compartir” (1 Timoteo 6:17-18).
El contentamiento y la generosidad son el camino opuesto a la ambición y la codicia. Cuando damos gracias a Dios por todo lo que tenemos, compartimos con otros las bendiciones que Él nos ha dado, y esta forma de proceder se convierte en un hábito natural, comprendemos que Dios es mejor que las posesiones, el dinero o cualquier cosa temporal que nos ofrezca este mundo.
- La única fuente de satisfacción genuina proviene de Dios al tener una relación creciente con Él.
- El mejor remedio para la ambición y la codicia, es la generosidad.
HG/MD
“Pero tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia, la mansedumbre.” (1 Timoteo 6:11).