Lectura: Salmo 107:23-32
Los navegantes del reino de Axum o Aksum, cerca de la actual Etiopía, eran comerciantes del noreste de África de los siglos del I d. C. al VII d. C. Hicieron un descubrimiento que favoreció su comercio, se dieron cuenta de que los vientos tormentosos de la temporada monzónica podían aprovecharse para navegar velozmente con velas. Así que, en lugar de temer a los vientos huracanados y a las lluvias, aprendieron a aprovechar las oportunidades que les presentaban las tormentas.
En nuestra lectura devocional leímos una parte del Salmo 107, el cual describe maravillosamente la forma en que Dios permite que las tormentas se crucen en nuestro camino, para luego brindarnos ayuda y que así podamos navegar en medio de ellas: “Él habló y desató el viento de la tempestad…él los libró de sus aflicciones” (Salmo 107:25, 28).
Poner nuestra confianza en Dios en tiempos complicados es un principio bíblico muy recurrente. Tomemos el ejemplo del capítulo 11 de Hebreos, en el cual se menciona a muchos que vieron en sus problemas una oportunidad para ejercitar la fe y experimentar la gracia, la provisión y la liberación divinas: “por la fe, estos conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, sofocaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad” (vv. 33-34).
- Las situaciones tormentosas de la vida son inevitables, y aunque nuestra primera reacción sea huir, en muchas ocasiones el Señor está tratando de enseñarnos algo por medio de ellas.
- Confía en Jesús para navegar en medio de las tormentas de la vida, confía en su gracia.
HG/MD
“Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).