Lectura: Jeremías 18:1-6

Se dice que los dos momentos más cruciales en un vuelo, son el despegue y el aterrizaje; en este último, entre otras muchas cosas, el piloto tiene que realizar múltiples cálculos sobre el clima, la velocidad, altitud, cantidad de combustible y sobre todo, del ángulo de acercamiento o aproximación. Antes de aterrizar el piloto debe realizar ajustes en la aeronave y en su vuelo, si no aprendió bien este concepto en sus clases y toma una mala decisión, la aeronave tendrá problemas a la hora de aterrizar e incluso puede causar que se estrelle.

Las actitudes son para la vida, lo que el ángulo de acercamiento es para una nave. Las actitudes son la manera en la cual tomamos las decisiones en la vida, son las que nos hacen reaccionar y comportarnos de diversas formas.  Las actitudes no son innatas, ni accidentales, son reacciones que se aprenden y se absorben con el tiempo, por lo tanto, podemos cambiarlas.

Nunca es tarde para cambiar, debemos entender que nuestras actitudes, acciones y reacciones, se pueden volver a aprender. En nuestra lectura devocional leímos el libro de Jeremías, ahí se nos muestra como el alfarero da nueva forma a una pieza de barro que se había echado a perder, pero lo más extraordinario es que la convirtió en un vaso diferente.  Lo que a nosotros nos parece imposible de transformar, para el Gran Alfarero no lo es, aunque muchas veces nos sintamos como una pieza que se echó a perder, sólo tenemos que dejarnos moldear en Sus manos.  

Aunque aun estamos muy lejos de llegar a ser las mejores versiones de nosotros, cuando aceptamos Su guía y dirección, Él sigue obrando y transformará nuestras actitudes, acciones y reacciones, así seremos más como Él en su carácter y prioridades.

  1. Un cambio de corazón en manos del Señor, traerá un cambio en tu manera ser y hacer las cosas.
  2. El Gran Alfarero continúa en el negocio de cambiar vidas, deja que moldee la tuya.

HG/MD

“¿No podré yo hacer con ustedes como hace este alfarero, oh casa de Israel?, dice el Señor. He aquí que ustedes son en mi mano como el barro en la mano del alfarero, oh casa de Israel” (Jeremías 18:6).