Lectura: Efesios 1:1-10
Ese día había sido particularmente complicado para la joven madre quien apenas había logrado dormir debido a un sin número de situaciones por las que estaba pasando: había perdido a su esposo; también atravesaba una situación complicada en el trabajo pues le habían anunciado que iban a realizar un recorte de empleados y además, su madre había sido diagnosticada con un cáncer difícil de tratar.
En medio de toda la tristeza que la abrumaba, había ido a comprar algunas cosas para preparar la cena. Pero, mientras conducía de regreso a su casa, un policía la detuvo porque su hijita no iba sentada en el asiento especial para niños, ya que el anterior no servía y no había podido comprar otro por su situación económica. El oficial sin duda pudo haberle aplicado la multa de tránsito, pero, en lugar de eso y luego de oír su situación, les pidió a ambas que lo acompañaran a una tienda cercana donde él mismo les compró el asiento requerido. Finalmente, en lugar de recibir una multa por la infracción, lo que obtuvo fue un regalo.
Los que conocen a Jesús pasan por una experiencia similar, pero infinitamente mejor. Todos merecíamos ser castigados por quebrantar y no alcanzar el estándar de Dios: “porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23); pero, en su gracia, el Señor envió a Jesús para que no tengamos que sufrir las consecuencias de nuestro pecado y vivir separados de Él para siempre (Romanos 6:23).
Algunos han definido la gracia como “amor en acción”, tal como lo hizo este policía. Como respuesta a este regalo de amor, es nuestro privilegio compartir con palabras y hechos el maravilloso regalo de la gracia de Dios con todas las personas que podamos.
- Comparte con otros la gracia de Dios.
- Gracias Dios por tu gracia inmerecida.
HG/MD
“En él tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de nuestras transgresiones, según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
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