Lectura: Números 13:30-14:10

La calma del zoológico de la ciudad, se vio truncada por una situación que nadie esperaba, un hombre corría en medio de la multitud de familias que disfrutaban de un sábado entre los animales, el rostro del hombre reflejaba un terror pocas veces visto, en un momento y sin pensarlo mucho, saltó a una de las jaulas del zoológico, apartó de su camino al asustado León que vio su rutina cortada y se refugió detrás de unas piedras ubicadas en el espacio de gran felino.  Entre toda aquella locura una voz resaltó sobre las demás: “¡Ricardo, sal de ahí, no seas cobarde!”, el hombre huía de la ira de su esposa que hacía poco se había dado cuenta de que había gastado la mitad de su salario en artículos de colección de su equipo favorito.

Aunque está es una historia ficticia, ejemplifica lo confundido que estaba el pueblo de Israel con respecto a quien realmente debían temer realmente, ya que se veían así mismos como langostas al compararse con los gigantes de la tierra a donde Dios quería que fueran (Números 13:32-33).

Si tememos tanto a la gente, como para dejar de seguir al Señor, estamos demostrando con nuestros actos que en verdad no confiamos en Él.  Revela que no confiamos en Su plan, Su poder, Su cuidado y Sus promesas.  Nuestros actos muchas veces exponen que no entendemos que Dios está por encima de todo y todos, a Él es a quien debemos temer, y esto significa que es necesario reverenciarlo, confiar 100% en Él, amarlo y obedecerlo.

  1. Señor, perdónanos por temer aquellas cosas a las cuales no deberíamos temer y por no confiar en Ti.
  2. Si temes a Dios, no tendrás nada a que temer.

HG/MD

“El temor al hombre pone trampas, pero el que confía en el Señor estará a salvo” (Proverbios 29:25)