Lectura: 1 Reyes 19:1-10
En la película Náufrago, Tom Hanks hace el papel de Chuck Noland, un gerente de la agencia Federal Express consciente del reloj quien queda náufrago en una isla desierta. Totalmente aislado de otras personas y de las comodidades modernas, Chuck debe aprender las habilidades primitivas de un hombre de las cavernas. Pone arduo esfuerzo en atrapar peces con un arpón, en encender un fuego frotando palitos y en abrir un coco para obtener su leche y su dulce fruta. La película es rica en perspicacias sobre lo difícil que puede llegar a ser la vida para alguien que ha quedado varado en un desierto aislado.
En la Biblia, el desierto a menudo es el escenario para la poderosa obra de Dios dentro del corazón humano. Jesús adquirió la práctica de retirarse al desierto para orar y recibir dirección (Marcos 1:35). En un escenario similar, Dios alimentó al abatido profeta Elías con alimento celestial (1 Reyes 19:1-10), y fue en el desierto donde el etíope meditó en el Evangelio (Hechos 8:26-40). Luego de su conversion, Pablo se retiró al desierto de Arabia y recibió instrucción del Espíritu (Gál. 1:15-18).
1. ¿Te encuentras en alguna experiencia del «desierto», aislado de amigos y familiares?
2. Si es así, puede que el Señor quiera enseñarte lecciones de fe y entereza que jamás podrías aprender en medio de una multitud atareada.
NPD/HDF