Se cuenta de un cierto rico escocés que había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, trataba con cariño a sus deudores y cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto con las palabras: “Perdonado”.
Después de su muerte, su esposa se dio cuenta que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que principiar juicios legales hasta que el juez, al examinar uno de estos casos, le preguntó:
–Señora, ¿es esta la firma de su esposo?
–Sí –contestó ella–, de eso no hay duda.
–Entonces –dijo el Juez—no hay nada que obligue a estas gentes a pagar cuando el mismo esposo suyo ha escrito la palabra “Perdonado”.
El apóstol Pablo escribe en Romanos 8:1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.” ¿Está usted EN Cristo? ¿Qué significa eso? Otra forma de decirlo: ¿Está del lado de Cristo? ¿Ha recibido ese perdón de Dios que Cristo pagó en la cruz?
Lo primero que hay que entender es que para sentir la necesidad de perdón, hay que reconocer que hemos ofendido, que estamos endeudados infinitamente con Dios debido a que todos somos pecadores (Rom.3:23), por lo cual estamos separados y sin esperanza de poder ganar por méritos propios la vida eterna (Efesios 2:8-9). Así, entonces, Dios, al igual que el hombre rico de nuestra historia, decide Él mismo asumir la deuda, pagando el precio (muerte) en la cruz (Rom.6:23) y firmar “Perdonado” en nuestra sentencia. ¿Lo cree? ¿Ha recibido ese perdón, ese regalo? (Juan 1:12).
Si Cristo ha perdonado nuestros pecados y le hemos creído y recibido como Señor y Salvador, en vano se afana el diablo por traérnoslos a la memoria. ¡Viva ahora como hijo de Dios y ya no como un deudor sin esperanza!