Lectura: 1 Reyes 19:1-18

Una mujer que había enviudado por segunda vez, sintió esas pérdidas profundamente. En esas circunstancias, ella vio pocas razones para seguir viviendo.

Un día se metió en el coche con su joven nieto. Después de asegurarlo correctamente, ella arrancó el coche sin abrocharse su propio cinturón de seguridad. Cuando el niño de 5 años de edad, le señaló su omisión, al no abrocharse el cinturón, ella le dijo que no le importaba su propia seguridad, pues ella quería ir a reunirse con Jesús y con su amado esposo. El muchacho respondió: “¡Pero abuelita, entonces me dejarías!”

Dios usó a este niño para recordarle a ella, y a su conciencia que todavía tenía un servicio que realizar, y que su situación no era tan desesperada como parecía ser, pues había personas como su nieto que dependencia de ella y de su ejemplo de vida.

Durante muchos años de ministerio, he visto a muchas personas desesperadas que llegaron al punto donde sentían que no había una manera de salir. Y así como Elías, querían morir (1. Rey. 19:4). Dios los sostuvo, y les mostró que Él todavía tenía trabajos que hacer para ellos. Ellos descubrieron que la situación no era tan oscura como lo habían pensado y que Dios tenía una razón para que siguieran viviendo.

  1. ¡No cedas a la desesperación!  Recuerda la bondad y el amor de Dios.  Habla con Él.   Explícale tus necesidades.  Deja que Él te guíe en Sus caminos del amor, luz y alegría, ellos encontrarás una nueva y fresca esperanza.
  2. Nadie puede estar totalmente desesperado, y su esperanza está en Dios.

NPD/HVL