Lectura: 1 Juan 4:15-19

En nuestros días hay muchas personas que se han dado por vencidos en el amor, y las letras de muchas de las canciones populares lo evidencian de una manera poéticamente triste:

“No pongas tu fe en el amor hijo mío”, me dijo mi padre.

Me temo que descubras que el amor es como el limonero.

El limonero es bonito, y la flor de limón dulce,

Pero el fruto del pobre limón amargo es imposible de comer”

Hay muchas personas que creen que el amor en verdad es amargo, esto posiblemente porque han sido víctimas de violencia o las han utilizado.  No obstante, existe sin lugar a dudas un amor que siempre será dulce: “…Dios es amor. Y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él.” (1 Juan 4:16).

Muchos están tratando de cambiar la frase escrita en Juan al decir que: “El amor es Dios”. Como resultado tratan de buscar el amor como el mayor de los bienes.  Pero Juan no dijo que el amor era Dios, él dijo: “Dios es amor”.  Cometemos un error al decir que el amor es Dios, y lo volvemos un simple idealismo romántico.

La mayoría ha buscado el amor en el lugar equivocado, y ahora no tienen a donde ir porque han entendido al amor como el fin máximo, lo cual es incorrecto.  Cuando por la misericordia divina deciden seguir a Jesús como Salvador y Señor, encuentran el verdadero ejemplo del amor máximo: dar la vida por aquellos a quienes se ama, aunque no lo merezcan.  “En esto hemos conocido el amor: en que él puso su vida por nosotros. También nosotros debemos poner nuestra vida por los hermanos” (1 Juan 3:16).

  1. En Dios nunca tendremos indiferencia, abuso o traición, debido a que Él es amor.
  1. El amor divino no conoce límites. “Nadie tiene mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.” (Juan 15:13-14).

HG/MD

“Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor. Y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios permanece en él.” (1 Juan 4:16).