Lectura: Juan 11:1-15

Jesús dejó a un lado los privilegios y la gloria de Su deidad cuando se convirtió en un hombre. Como resultado de ello, tuvo que enfrentarse a problemas y las pruebas de la vida tal como cualquiera (Fil. 2:5-8).  De igual forma que nosotros, tuvo que ejercer la confianza en Dios su Padre.

Podemos ver esto en la historia de Lázaro.  Jesús deliberadamente se retrasó su partida hacia Betania, cuando oyó que Lázaro estaba enfermo.  Al esperar, Él estaba ejerciendo la fe en la sabiduría y el poder de su Padre.  Él sabía cuál era la voluntad de su Padre y que Lázaro tenía que morir para que Dios fuera glorificado (Juan 11:4).

A causa de su fe, Jesús regresó a un lugar donde habían tratado de apedrearle (v. 8). Y a pesar de que Él en su ministerio terrenal,  nunca había devuelto la vida a una persona que ya había sido enterrada,  declaró con confianza, “Nuestro amigo Lázaro se ha dormido —agregó después—, pero ahora iré a despertarlo.” ( v.11 ) .

Sus discípulos podrían haber preguntado por qué Jesús no sanó a Lázaro antes de morir. ¿Por qué ir a un territorio peligroso cuando Él tenía el poder de hacer milagros a la distancia? (Mt. 8:5-13). Sin embargo Jesús no cuestionó el liderazgo y mandato de su Padre.  Avanzó con perfecta confianza en Su sabiduría.

Aunque no podemos ver claramente el resultado final de las pruebas que enfrentamos, podemos tener confianza en la fe depositada en nuestro Padre celestial.

  1. Confiemos en Dios y en él se glorificará a sí mismo en medio de cada situación que enfrentemos y trabajará en Sus buenos propósitos a través nuestro.
  1. La fe se centra en Dios, en vez de en problemas de la vida.

NPD/HVL