Lectura: Hebreos 12:7-11

El aranto o aulaga, es un arbusto muy particular originario de Europa, que luego de la conquista fue introducido en América del Norte donde ha crecido de manera silvestre. Se caracteriza por sus retoños densos, florece en primavera dando un bello espectáculo con diversos tonos de un amarillo vibrante; pero hay otra característica que también lo hace ser bien conocido por los excursionistas y senderistas: sus afiladas y terribles espinas.

Durante el año esas afiladas espinas se van endureciendo y afilando, y cuando llega la primavera, no se caen ni se suavizan, ahí se quedan intransigentes como siempre; sin embargo, al llegar la primavera a esas espinas les pasa algo, justo a la mitad les aparecen dos bolitas marrones y peludas, que finalmente se rompen y de ellas brotan las bellas flores amarillas que lo caracterizan.

Así sucede con el sufrimiento que acompaña la disciplina de Dios, justo cuando nuestra situación parece irremediable y sin esperanza, aparecen en el camino esas diminutas señales de vida que nos brinda Dios, las cuales al final se convertirán en esas flores o experiencias de aprendizaje que vienen luego de la prueba.  Recuerda tu momento más difícil o la circunstancia más complicada por la que hayas pasado, luego recuerda como Dios te levantó con su gracia e hizo que pudieras ver la luz y esperanza al final del camino.

  1. “Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11)
  2. Puedes estar seguro de que la amorosa disciplina de Dios siempre traerá buenos frutos.

HG/MD

“Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:11)