Lectura: Oseas 14:1-9

Un amigo me contó la forma en la que aprendió las consecuencias de la desobediencia.  Su padre estaba muy orgulloso de su hermoso jardín, de las bellas flores que con gran paciencia había cuidado por años.  Un día cuando estaba cortando el césped, tuvo que detenerse para ir a comprar unos víveres para el almuerzo, y le pidió a mi amigo que por favor no la tocara mientras estaba fuera.  Pero él desobedeció, y con sus 10 años de “experiencia”, decidió que él también era capaz de manejar aquella pesada máquina, por supuesto no pudo, y en la conmoción la podadora que parecía tener voluntad propia, cortó muchas de las flores más preciadas de su papá, antes de poder detenerla con ayuda de su mamá.

Cuando regresó su papá, se fue corriendo hacia él, abrazó sus piernas con lágrimas en los ojos, diciéndole repetidamente: “No fue mi intención hacerlo”.  De una forma sabía que sólo da la verdadera experiencia le contestó: “¿Por qué lo hiciste?”  Mi amigo sabía cuál era la verdad.  Si había sido su intención tocarla, arrancarla e intentar podar el césped.  Su pecado no había sido haber cortado aquellas preciadas flores, había sido desobedecer a su padre.

Esta lección infantil, es un buen recordatorio de que es necesario lamentarnos por nuestra desobediencia y no solamente por sus consecuencias.  En lugar de llegar ante nuestro Dios llorando diciendo: “no fue mi intención hacerlo”, debemos hacer lo que Oseas dijo al pueblo rebelde de Israel: “Tomen con ustedes estas palabras y vuelvan al Señor. Díganle: Quita toda la iniquidad y acéptanos con benevolencia; te ofrecemos el fruto de nuestros labios.” (Oseas 14:2).  Debemos decirle a Dios: ¡si conocíamos tu voluntad, pero optamos por la desobediencia y por esta razón con arrepentimiento verdadero, clamamos tu misericordia!

  1. ¿Estás afligido porque decidiste desobedecer, y por las consecuencias de esa desobediencia? Entonces arrepiéntete, vuelve hoy al Señor.  Él promete perdonarte y amarte (2 Corintios 7:10).
  2. Al arrepentirnos mantenemos la comunicación limpia con nuestro Señor.

HG/MD

“Destruimos los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios; llevamos cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5).