Lectura: 1 Samuel 3:1-15

Se cuenta que hace ya algunos años, un adulto mayor estaba muy enojado con un hombre que insistentemente lo llamaba. Ya habían sido unas 12 llamadas mediante las cuales le indicaban que lo llamaban desde la casa presidencial, lo cual no consideraba probable.

Estaba tan seguro que se trataba de una broma, que cuando la persona le decía que era de casa presidencial, inmediatamente cortaba la llamada. Finalmente fueron a su casa, y en compañía de un vecino lo convencieron de que el mismo presidente quería reunirse con él en su oficina. Gracias a ello, aquel hombre quien representaba a una generación pensionada, que había dado lo mejor durante sus años de servicio, pudo recibir un reconocimiento público de parte del señor presidente, por una larga vida de trabajo al servicio de su país.

Este llamado fue similar al que recibió un joven hace miles de años, su nombre era Samuel (1 Samuel 3:1-15).  Al inicio él no se había dado cuenta de quién lo estaba llamando, ni siquiera después de repetidos intentos; y en este caso, el llamado venía de alguien mucho más grande e importante que cualquier presidente ya que era Dios mismo quien lo llamaba, y no fue sino hasta que Eli le dijo que Dios mismo lo estaba llamando, que Samuel creyó y escuchó.

Hoy, Dios habla por medio de su Palabra escrita: la Biblia (2 Timoteo 3:16-17), y a través del Espíritu Santo que mora en nosotros, quien nos capacita y guía para hacer su voluntad (1 Corintios 2:9-16).

  1. A Dios le interesa tener una comunicación directa contigo, la pregunta es: ¿te estás tomando el tiempo para escucharlo?
  2. Dios le sigue hablando a quienes están dispuestos a leer su Palaba y tienen un corazón dispuesto para ser guiados por su Espíritu Santo.

HG/MD

“Mi refugio y mi escudo eres tú; en tu palabra he puesto mi esperanza” (Salmos 119:114)