Lectura: Proverbios 16:1-9

Los eventos que cambian nuestra vida no suceden por accidente, tampoco están determinados por las estrellas, en verdad la casualidad no existe.  El Señor usa cada una de las situaciones de nuestra vida para que se cumpla su perfecta voluntad.

No fue una casualidad que Elías y Acab se reunieran en las laderas del monte Carmelo (1 Reyes 18).  Tampoco fue casualidad que Herodes y Juan el bautista, cruzaran sus caminos en la antigua Galilea (Mateo 14); ni fue casualidad que Pilato y Jesús se vieran las caras en Jerusalén (Mateo 27).  No fue obra de la suerte que Pedro y Cornelio se reunieran en la costa de Siria (Hechos 10), ni casualidad que Felipe y el etíope se juntaran en el camino arenoso camino a Gaza (Hechos 8). Por supuesto no fue casualidad que Pablo y Nerón se vieran las caras durante su apelación ante el Cesar (Hechos 27:24; 2 Timoteo 4:16).

Cada día debemos comenzar nuestras oraciones con una acción de gracias al Señor, esperando con gozo sus designios.  Quizás creamos que sean circunstancias no planeadas cuando nos cruzamos con otras personas, pero como creyentes hemos de verlas como oportunidades para testificar nuestra fe, servir a otros y crecer espiritualmente compartiendo lo que hemos aprendido de Cristo.

  1. Al reconocer la soberanía de Dios, estamos reconociendo que Dios está en control, a pesar de que a veces nos cueste creerlo.
  2. Tanto las caminatas como las paradas de la vida, son ordenadas por Dios.

HG/MD

“El corazón del hombre traza su camino, pero el Señor dirige sus pasos” (Proverbios 16:9).