Lectura: 1 Tesalonicenses 4:13-18

Sir Norman Anderson (1908–1994) era muy conocido por sus diferentes escritos y conferencias en torno a las evidencias con respecto a la resurrección de Cristo. Un día lo invitaron a hablar sobre este tema en un conocido programa de televisión.  Días antes de su presentación, uno de sus hijos murió de cáncer; los productores al darse cuenta de la triste noticia, lo llamaron para darle las condolencias y decirle que entendían perfectamente si debido a la reciente muerte de su hijo no deseaba acudir a la cita, especialmente debido al tema que se iba a tratar: la resurrección.

Anderson les dijo: “Ahora más que nunca quiero hablar con respecto a la resurrección”, y a pesar de la tristeza que invadía su corazón, compartió su fe y los hechos con respecto al maravilloso evento en el cual descansa la fe cristiana.

Jesús resucitó, no es un mito.  Es tan histórico como el descubrimiento de América.  De hecho es una verdad eterna.  Jesús mismo dijo: “No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Apoc.1:17-18).

El Señor compartió con sus discípulos sobre su resurrección, y la esperanza que este acontecimiento les brindaría: “…Porque yo vivo, también ustedes vivirán” (Juan 14:19).  Cuando Lázaro murió, Cristo le dijo a Marta que todo aquel que cree en Él, aunque muera vivirá (Juan 11:25-26).  El apóstol Pablo compartió con sus lectores, que cuando un creyente muere, los que le sobreviven no deberían entristecerse como aquellos que no tienen su esperanza en Jesús (1 Tes.4:13).

  1. Al igual que Marta la hermana de Lázaro, tú también puedes decir: “yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo” (Juan 11:27).
  2. La resurrección de Jesús, garantiza la nuestra.

HG/MD

“Tampoco queremos, hermanos, que ignoren acerca de los que duermen, para que no se entristezcan como los demás que no tienen esperanza” (1 Tesalonicenses 4:13)