Lectura: Colosenses 3:12-17

Diversos estudios han demostrado lo que ya sabíamos, pero que poco le interesa a muchos; no son las riquezas las que hacen felices a las personas, sino la familia, los amigos y el perdón.

Un artículo de la revista USA Today indica: “Las personas más felices se rodean de familiares y amigos, no necesitan competir materialmente con sus vecinos, se concentran en las actividades diarias, y lo que es más importante, perdonan fácilmente”.

El psicólogo Christopher Peterson dice: “que la capacidad de perdonar a los demás es el rasgo mayormente vinculado a la felicidad.”   Además agrega: “es la reina de todas las virtudes, y probablemente las más difícil de conseguir.”

Desgraciadamente, no conceder el perdón es comúnmente una de las decisiones de vida que postergamos entregar a Dios.  Incluso aun como creyentes, nos aferramos a la ira y la amargura, teniendo la equivocada idea de que quienes nos han hecho daño deben sufrir por sus ofensas.

Esta decisión debe cambiar, si en verdad entendemos lo mucho que Dios nos ha perdonado y al comprender que debemos ser misericordiosos con los demás.  La Biblia nos llama a revestirnos: “de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia;  soportándose los unos a los otros y perdonándose los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor los perdonó, así también háganlo ustedes. (Col.3:12-13).

  1. El perdón no es una opción para el creyente sino una obligación, y debe ser el reflejo de una vida entregada a Dios porque por gracia hemos sido perdonados.
  2. Cuando te parezca que no puedes perdonar, recuerda lo mucho que has sido perdonado.

HG/MD

“Porque la obediencia de ustedes ha llegado a ser conocida de todos de modo que me gozo a causa de ustedes; pero quiero que sean sabios para el bien e inocentes para el mal”  (Romanos 16:19).