Lectura: Salmos 119:89-96

Sofía comenzó a buscar al Señor cuando apenas tenía 10 años, ella vivía en la antigua Unión Soviética la cual era comunista y atea.  Una vez vio una tarjeta navideña que tenía una representación de la natividad de nuestro Señor, un adulto que vio a la niña con la tarjeta rápidamente le dijo: “Eso de que Dios envió a su Hijo a esta tierra es tan sólo un mito”.  Sin embargo, esa vieja tarjeta ya descolorida por el tiempo, le causó una curiosidad que no había tenido antes, y empezó a pensar en aquellas palabras “un mito”, “¿por qué dijo eso?”, se preguntó por algún tiempo.

Durante su juventud también escuchó decir a unos jóvenes, que había un libro escrito por Dios y que contenía la historia de aquel niño del “mito”.  Así que trató por muchos años de conseguir uno de esos libros, pero no fue sino hasta que tuvo casi 30 años, que gracias a un amigo, tuvo la oportunidad de encontrar uno.  Al fin tuvo la oportunidad de leer la historia de aquel “mito” y por ella misma juzgó si realmente era cierto o no todo lo que había oído de aquel carpintero de profesión.

Como resultado de esta búsqueda empezó a seguir a Jesús, y por muchos años arriesgó su vida para que otros también lo conocieran y se convencieran de que no es un mito, por supuesto sufrió persecución debido a su nueva fe.

La verdad puede causar un impacto tanto en nosotros como en las personas que comparten nuestras vidas: amigos, vecinos, compañeros, etc.  El salmista escribió las siguientes palabras: “Si tu ley no hubiera sido mi delicia ya habría perecido yo en mi aflicción.  Nunca jamás me olvidaré de tus ordenanzas porque con ellas me has vivificado” (Salmos 119:92-93)

  1. Hagamos de la Biblia nuestro deleite, Dios nos dará pasión por su Palabra si somos buscadores de la verdad.
  2. Si ya estás en búsqueda de la verdad, inicia por la Biblia, comienza leyendo cada día un capítulo del evangelio de Juan.

HG/MD

“¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras, más que la miel en mi boca!” (Salmos 119:103).