Lectura: Daniel 10:1-21

Entre otros grandes predicadores de la historia, Billy Graham estaba muy convencido de una realidad, eran las oraciones del pueblo de Dios y no su capacidad como orador, las que hicieron que miles y miles de personas vinieran a Cristo por medio de su ministerio.  Juan Wesley solía decir que: “Dios no hace nada que no sea en respuesta a una oración”.  Quizás, esta sea una declaración un tanto fuerte, pero lo que si es totalmente cierto, es que nuestras oraciones son las armas más poderosas que tenemos los creyentes en nuestra lucha contra Satanás y los suyos.

Hoy leímos que Daniel estaba muy perturbado por una revelación que había recibido sobre el futuro de la humanidad y específicamente sobre su pueblo Israel, y no podía hacer nada más que orar por esta situación que estaba fuera de su control.  Tres semanas después de haber recibido la revelación, apareció frente a él un mensajero especial de Dios.  El mensajero inició su viaje en el momento que Daniel empezaba a orar, pero en su camino fue estorbado por un demonio identificado como el príncipe de Persia (Daniel 10:13).  Este espíritu maligno tenía dentro de sus órdenes oponerse al plan de Dios, y había conseguido detener al ángel enviado hasta que el arcángel Miguel fue a ayudarlo.

Si bien sabemos que tenemos enemigos en este mundo, también existe un mundo invisible en el que hay espíritus que combaten del lado de Dios y otros de lado del diablo.  El apóstol Pablo nos dice que en ese conflicto también estamos implicados nosotros como creyentes, él nos recordó la importancia de vestirnos con toda la armadura de Dios y sus armas, las cuales necesitamos para las batallas que enfrentamos y enfrentaremos (Efe.6:13-17). Para terminar esta sección sobre la armadura de Dios, nos recuerda una última herramienta que no debemos olvidar: “orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego” (Efe.6:18a).

  1. Nuestras oraciones tienen un impacto directo en el resultado de las batallas espirituales en las que estamos envueltos.
  2. Satanás tiembla cuando ve orando a los hijos(as) de Dios.

HG/MD

“Orando en todo tiempo en el Espíritu con toda oración y ruego, vigilando con toda perseverancia y ruego por todos los santos” (Efesios 6:18).