Lectura: Hebreos 12:25-29

El 2017 será recordado como uno de los años de mayor riesgo en el tema de incendios en todo el mundo.   Podemos recordar el incendio de Portugal, el más mortífero en ese país en los últimos 50 años que consumió al menos 40.000 hectáreas, dejó 64 muertos y más de 150 heridos.  Escenarios similares se produjeron en España, Pakistán, Rusia y los Estados Unidos, tan sólo por mencionar algunos países.  Estos desastres naturales destruyen todo a su paso dejando muerte tras de sí, en total fueron consumidas más de 30 millones de hectáreas a nivel mundial.

Al pensar en el poder destructor del fuego, el impacto que causa en el ambiente y las vidas que afecta, podemos hacernos una leve idea de las implicaciones de lo que nos dice Hebreos 12:29: “Porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

Hay que hacer una pregunta obligatoria, ¿por qué el autor de Hebreos usa una imagen tan vivida y gráfica para describir al Señor?  Para ello debemos recordar que el autor de esta carta estaba lidiando con asuntos espirituales que incluían la vida y la muerte, enfrentando lo que creían sus lectores y lo que realmente era la verdad de su fe.  La respuesta a esta carta sin duda revelaría en que estaban invirtiendo los lectores sus vidas, ya fuera en un mundo que estaba destinado a la destrucción o en una esperanza que duraría para siempre.

No es sencillo aceptar que todo lo que tenemos y tendremos está destinado a ser destruido, ya que es de naturaleza temporal.  Si hemos puesto nuestra esperanza y fe en Jesús, formamos parte de un reino que no será destruido (Hebreos 12:28).

  1. Nuestros días en este mundo están contados, son finitos. Sabiendo que nuestro Dios es fuego consumidor, invirtamos nuestra vida y tiempo en cosas que son eternas.
  2. Debemos aferrarnos a lo eterno y estar dispuestos a dejar ir lo temporal.

HG/MD

“Así que, habiendo recibido un reino que no puede ser sacudido, retengamos la gracia y, mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Hebreos 12:28)