Lectura: Zacarías 4:1-6

En algún momento puede que te sientas indeciso, agobiado o desalentado con respecto a tu servicio al Señor, y no sabes si la luz que ahora tienes en tu ser, puede continuar brillando a pesar de tus dudas.

En nuestra lectura devocional, el profeta Zacarías observó dos olivos que suministraban aceite a un depósito que alimentaba siete lámparas de un candelabro de oro.  Al estudiar esta hermosa escena simbólica, podemos tener el aliento que necesitamos para continuar con nuestro andar en la fe.  Nosotros no somos la fuente de luz que ilumina nuestro mundo; es por medio del Espíritu Santo que recibimos el aceite espiritual que aviva las llamas que Dios produce por medio de nosotros.  El brillo de esta llama sólo se mantendrá si aprendemos a rendir nuestras vidas al suministro que sólo Dios puede darnos, por medio de una relación constante y creciente con Jesús nuestro Señor y Salvador.

Es necesario recordarlo una y otra vez, la vida cristiana no se trata de nosotros, siempre se trata de Dios y de lo que hacemos para su servicio, Él brilla a través de nuestras vidas y acciones, lo cual ilumina a otros y es una señal para quienes aún no han creído.  Cuando vengan esos pensamientos negativos o el cansancio se agolpe sobre nuestros hombros, debemos recordar que nuestra verdadera fuerza no proviene de nosotros sino de Dios.

  1. Nuestro papel es ayudar a otros a ver su gloria y su infinito perdón. Deja que Dios brille, no seas una vela oculta en un rincón, sé un faro que brilla por encima de las montañas.
  2. El mundo aún puede ver lo que Dios es capaz de hacer por medio de un hombre completamente entregado a Él.

HG/MD

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida.” (Mateo 5:14)