Lectura: 1 Corintios 10:11-13

¿Te has preguntado alguna vez lo que Dios piensa de ti, sobre todo cuando acabas de hacer algo que sabes que Él ha dicho que es claramente equivocado?

Muchas personas piensan que Dios llega a ser como un padre con el ceño fruncido que airadamente nos da la espalda y busca una manera de desheredarnos.

Pero ese tipo de pensamiento, tiene algunos problemas si  lo vemos de acuerdo a las grandes verdades de la Biblia. Una vez que ponemos nuestra confianza en que Jesús perdonó nuestros pecados y para que llegásemos a ser hijos de Dios, no está en juego nuestra posición delante de Él.  Debido a que Él ya pagó el precio por todos nuestros pecados y ahora formamos parte de su cuerpo.   Leamos lo que dice Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.”  y  Efesios 2:4-6: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros,  nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!  Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales”  Su gracia nos ha salvado.

Desde luego que no tenemos una sonrisa de aprobación de Dios cuando le desobedecemos, pero no estamos en peligro de ser expulsados de Su familia. Nuestra aceptación como sus hijos se basa en la obra terminada de Cristo. Somos aceptados por la gracia de Dios, no por nuestros propios esfuerzos.  La vida eterna es dada como un regalo, no como resultado de nuestros trabajos.  Si hemos confiado en Cristo, nuestra aceptación por el Padre nunca está en duda.

Entonces sí, podemos saber lo que Dios piensa de nosotros. Él nos ama con un amor eterno (Jer. 31:3).  Cuando nos alejamos de Él a través de la desobediencia, Él nos insta a volver a una relación cercana con él. (1 Corintios 10:11-13)  En respuesta a su amorosa aceptación, vamos a vivir de una manera que le agrada.

  1. Lee este verso: “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. – Rom. 8:38-39.  Dale gracias a Dios por su amor inmerecido.
  2. Un hijo de Dios es siempre bienvenido en Su casa.

NPD/DB