Lectura: Mateo 23:1-12

Una piscina comunal había estado cerrada durante 2 años. Luego de eso trabajadores de la ciudad, finalmente repararon la piscina, la pintaron, la llenaron de agua, y la abrieron para el deleite de niños, jóvenes y adultos mayores todos estaban entusiasmados.

Poco tiempo después, sin embargo, los padres del vecindario estaban furiosos. ¡Dieciocho niños tenían cortes en sus pies! Parece que la piscina no había sido limpiada antes de ser pintada. Los obreros habían simplemente rociado la pintura sobre residuos de vidrio y metálicos en el fondo de la piscina.

El daño causado por estos trabajadores de la ciudad es como el daño causado por los fariseos del tiempo de Jesús. Hacían del encubrimiento un arte. Se vistieron para el éxito. Ellos sabían cómo dejar buenas impresiones. Sin embargo mientras más noticias y enseñanzas oían de Jesús, cuánto más se daban cuenta del corazón de Jesús, a raíz de esto le llegaron a odiar más y más a Él y sus seguidores.

Muchas veces podemos ser como los fariseos, cuando sólo velamos por nuestros propios intereses y al preocupamos sin más en cómo nos perciben los demás. Podemos llegar a estar tan llenos de nosotros mismos, tan llenos de promesas vacías, tan llenos de motivos egoístas y podemos estar tan nítidos como un cristal roto.

La semejanza a Cristo que Dios quiere formar en nosotros es tan diferente. Jesús dijo: “pero aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados.» (Mt. 23:12).  Nuestros propios esfuerzos para hacernos “reparaciones” a nosotros mismos, no se ven bien, son tan sólo espejismo que oculta un mal, son tan sólo “trabajos de pintura mal hechos”.

1. Debemos ser menos de nosotros mismos y más como Jesús.

2. Un corazón con pecado es como una cerca torcida. Toda la pintura en el mundo no va a enderezarla.

NPD/MDH