Lectura: Juan 15:9-17

Tengo un amigo que se llama Gustavo. Trabajamos juntos, jugamos juntos, lloramos juntos, y muchas veces reímos juntos. Nuestra amistad sigue creciendo.

Recientemente Gustavo dijo que quería que yo dirigiera su funeral en caso de morir antes que yo. Le dije: “Gustavo no quieres mantener esa solicitud en espera por unos cuántos años.   Después de todo yo podría decepcionarte en algún momento, ¡quizás podrías cambiar de opinión! “Oh, no”, bromeó, “Eso no va a suceder.  No me puedes decepcionar más de lo ya lo has hecho”.

Nos reímos mucho, pero comencé a reflexionar sobre su comentario. No es eso, lo que significa ser un verdadero amigo, el cual conoce las partes decepcionantes de nuestras vidas, y aun a pesar de ello nos continúan aceptando como personas y como amigos.  Salomón describió a un amigo, como a una persona que es: “más unido que un hermano”, además añadió, “En todo tiempo ama el amigo” (Prov. 18:24; 17:17). Todos necesitamos a alguien así en nuestras vidas.

Jesús quiere ser esa clase de amigo para nosotros. Cuando admitimos nuestra desobediencia pecaminosa, debemos pedir Su perdón, y someternos a Él,  Él es nuestro Salvador y Amigo. Porque Él tomó el castigo por nuestros pecados, sobre sí mismo en la cruz, nada de lo que hemos hecho, o que podamos hacer, le hará que Él nos dé la espalda.

1. Jesús es un amigo del cual no puedes permitirte el lujo de prescindir. ¿Es tu amigo?

2. Cristo es el amigo más verdadero que puedas tener.

NPD/DDH