Lectura: Mateo 9:18-26

Una leyenda habla de un rabino de un pequeño pueblo judío. Las personas se habían reunido en la sinagoga en la víspera de Yom Kippur (Día del Perdón), pero cuando llegó el momento del servicio más importante del año judío, no encontraban al rabino en ninguna parte.

Durante la demora, una joven madre fue a su casa a ver a su pequeña hija, a quien había dejado durmiendo.   Para su sorpresa, vio al rabino sentado tranquilamente en una silla, sosteniendo a la niña en sus brazos. Había estado caminando por su casa en el camino a la sinagoga cuando escuchó el llanto de la recién nacida y se detuvo para ayudar. Sostuvo a la pequeña hasta que se durmió.

Hay una lección para nosotros en el ejemplo de este rabino y en el amor de Jesús por la gente (Mt. 9:18-26). En nuestras vidas agitadas y ocupadas, tendemos a tan atrapados en nuestras propias preocupaciones que perdemos nuestro sentido de compasión por los demás. Debemos tomar tiempo para observar y responder a las personas, ya sean niños,  padres, o creyentes mayores.

En algún lugar o momento en medio de todo lo que se espera de ti como siervo de Jesucristo, toma tiempo para sostener la mano de un creyente anciano, para consolar a una madre cansada, o para mecer la cuna a un niño hasta que se duerme.

1. ¡Qué bueno es ser un instrumento de la gracia que Él pueda usar!
2. Las grandes oportunidades para el servicio, vienen envueltas en pequeños actos diarios.

NPD/DCE