Lectura: 2 Corintios 2:12-3:6

La mayoría de nosotros puede pensar en alguien, tal vez un familiar o un amigo, que es conocido por un perfume especial que lleva. Aún sin verla(o), sabemos cuándo él o ella está cerca. Sin decir una palabra, su fragancia nos anuncia su presencia.

Todo creyente debería ser conocido por usar el particular y único perfume de la fragancia de Cristo.  Pero este perfume no se puede comprar en el mostrador de cosméticos de una tienda o de un Mall.  Ni siquiera puede ser embotellado, ni vendido por la iglesia.  Este misterioso perfume aparece sólo cuando tenemos comunión interior con Cristo y se percibe su influencia sutil en los demás.

Alguien dijo acerca de un creyente en un pequeño pueblo: “Cada vez que me encuentro con este hombre, siempre salgo con una sonrisa, pues sus palabras son siempre reconfortantes!”.  Otro comentó de él: “Solo hay que hablar un poco con él, para saber que él está lleno de la paz de Dios.”  Lo más probable, es que este creyente sea admirado por su un testimonio, tanto por lo que dice, como por lo que hace.  Sin embargo sin el perfume de Cristo, su testimonio no habría tenido el aval de nuestro Señor (2 Cor. 3:6).

El apóstol Pablo preguntó: “¿Y quién es competente para semejante tarea?” (2 Cor. 2:16). La respuesta es clara: Nuestra fragancia y toda nuestra suficiencia están en Cristo solamente, no en nosotros.

  1. ¿Qué fragancia te vas a poner hoy?
  1. Si caminas con Cristo, otros sentirán Su presencia en ti.

NPD/JY