Lectura: Habacuc 3:17-19

Recuerdo una historia de una mujer que estaba muy desanimada debido a los muchos problemas en su vida.  Mientras caminaba por la calle, conoció a un hermano en la fe, que preguntó: “¿Cómo te ha ido hoy?”

Con una mirada agria y un encogimiento de hombros ella le respondió: “Oh, no tan mal, dadas las circunstancias.”

La otra persona rápidamente respondió: “¡Bueno, debes ir por arriba de las circunstancias! ¡Ahí es donde está Jesús!”.

El profeta Habacuc era de la misma opinión. Se negó a dejar que las circunstancias afectaran su fe o aplastaran su esperanza.  Miró hacia el futuro no con temores pesimistas, con el pensamiento  de qué más podría salir mal, sino con la fe puesta en Dios no importa lo que suceda, incluso si él perdiera todas sus posesiones, Habacuc proclamó que iba a seguir confiando en el Señor para satisfacer sus necesidades

“Aunque las higueras no florezcan  y no haya uvas en las vides, aunque se pierda la cosecha de oliva y los campos queden vacíos y no den fruto, aunque los rebaños mueran en los campos  y los establos estén vacíos, ¡aun así me alegraré en el Señor! ¡Me gozaré en el Dios de mi salvación! ¡El Señor Soberano es mi fuerza!   Él me da pie firme como al venado,  capaz de pisar sobre las alturas”. (Habacuc 3: 17-19).

Nuestros ojos han de estar centrados en el Señor, no en nuestras circunstancias. Debemos vivir por encima de las sombras del miedo y verlas bajo la luz del sol de la fe.  A pesar de que, al igual que Habacuc, podríamos tener una larga lista de problemas, la respuesta de la fe a la decepción siempre debe ser: “¡aun así me alegraré en el Señor! ¡Me gozaré en el Dios de mi salvación!” (Hab.3:18).  Ese tipo de actitud nos permitirá vivir por encima de las circunstancias en lugar de debajo de ellas.

  1. Si Cristo confiamos, en Él esperaremos.
  2. Al transitar por carretera rutinaria y complicada de la vida, deja que Jesús levante la pesada carga.

NPD/HGB