Lectura: Mateo 5:13-16

Un viejo predicador solía contar una historia sobre un creyente que se había trasladado de su pueblo a la capital tratando de conseguir trabajo. Luego de mucho tiempo de estar buscando, al fin lo encontró; sin embargo tenía un problema, se trataba de una fábrica conocida por lo poco espirituales que eran sus empleados.  Al oír que iba a empezar a trabajar en ese lugar, otro creyente le dijo: “Si las personas de esa fábrica se enteran que eres creyente, ¡Te van a hacer la vida imposible!”

Luego de un año el hombre regresó a su pueblo. Mientras estaba ahí, se encontró con el amigo que había “profetizado” que los trabajadores de aquella fábrica, lo ridiculizarían y perseguirían; le preguntó: “Bueno, ¿cómo te fue, te molestaron mucho porque eres creyente?”  La respuesta fue: “Oh, no para nada, no tuve ningún problema con ellos, ¡nunca se enteraron!”

Me pregunto cuántos creyentes son así.  Su familia, sus vecinos, y compañeros de trabajo, no son creyentes, y de hecho no tienen relación con Jesús; y pese a ello nunca hacen, ni dicen nada que dé evidencia de su identificación con Dios, son creyentes secretos.

El Señor desea que sus seguidores vivan para Él de una forma totalmente honesta y que le proclamen delante de los demás.  De esta forma nunca habrá dudas con respecto a la fe que profesan, y todos podrán ver que vale la pena vivir por Cristo.

  1. No debemos mantener nuestra fe en secreto.

 

  1. Avergonzarse del evangelio te convierte literalmente en una vergüenza para el evangelio.

HG/MD

“Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).