Lectura: Mateo 5:13-20

Fue durante el invierno que se originó un gran incendió, el edificio era bastante antiguo, pero tenía medidas de seguridad modernas, entre ellas extintores automáticos en todos sus pisos; sin embargo luego de unas cuantas horas fue consumido casi en su totalidad.  Pero, ¿por qué sucedió esto?  Desafortunamente y a pesar de contar con un sistema anti-fuego moderno, el líquido que debía extinguir el fuego estaba en mal estado, se “congeló”.  Así son muchas personas e iglesias, que a pesar de ser bendecidos con una infinidad de recursos para testificar y servir a otros, está en estado “congelado”.

El Señor fue muy claro cuando advirtió que los creyentes son la sal y la luz del mundo, por lo tanto debemos tener las características de la sal, que como condimento o preservante es inútil a menos que esté en contacto con la comida y se mezcle con ella.   El Señor nos llama a “condimentar” y “preservar” con nuestro testimonio, a quienes no han experimentado aún el amor y perdón de nuestro Señor.

No podemos ocultar la luz que proviene de Dios, no existe espacio para creyentes escondidos, somos llamados a ser conocidos como sus discípulos, con tan sólo pasar un tiempo con nosotros, las personas deben ser capaces de darse cuenta que existe algo diferente ya que reflejamos el carácter de Cristo a través de nuestras vidas.   D.L. Moddy dijo: “Los faros no disparan cañones para que vean su luz.  Simplemente brillan”

  1. No podemos ser insípidos, debemos ser visibles para otros y causar efecto en los nos rodean.
  2. Nuestro propósito en la tierra es brillar con la luz de Cristo lo más que podamos, no acostumbrarnos a la oscuridad.

HG/MD

“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.  “Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida.”  Mateo 5:13-14