Lectura: Juan 11:1-7; 32-36

En estos días unos buenos amigos perdieron a sus padres, uno de ellos había luchado por años contra una enfermedad debilitante, en sus últimos días estuvo en el hospital, sometiéndose a una operación tras otra; su debilitado cuerpo resistía con valentía aquellas últimas formas en las que buscaban restaurar su salud; sus familiares y amigos oraban, turnándose para visitarlo y animarlo a continuar la batalla contra aquella enfermedad.

En uno de sus últimos actos consientes, agradeció a cada uno de los médicos y enfermeras que lo habían cuidado con esmero en esa última etapa de su vida; esta fue tan solo una de las muestras de cómo había vivido su vida, agradecido con Dios y con sus semejantes.  Finalmente, su cuerpo no pudo más y murió.  A pesar de saber que ya él estaba al lado del Señor, en el servicio de celebración de su vida, no faltaron las lágrimas y los buenos recuerdos de familiares y amigos.

Este tipo de situaciones, me hace comprender más cercanamente el significado del versículo en Juan 11:35: “Jesús lloró” ¡Dios Hijo lloró!  Él sin duda conocía la gloria que nos espera en el cielo, y es la fuente de esperanza que nos impulsa en esos días pesados de la vida.  No obstante; Él lloró, amaba tanto a María, Marta y Lázaro; tan profundamente que: “…se conmovió en espíritu y se turbó” (Juan 11:33).  Nuestro Señor verdaderamente sentía el dolor de sus amigos.

Cuando alguien a quien amamos muere, es normal luchar en nuestro interior con una serie de preguntas y reproches. Si la persona que muere es joven, reprochamos: “¿Por qué si apenas empezaba su vida?”  Si la muerte llega luego de un largo sufrimiento, preguntamos: “¿Por qué el Señor permitió que sufriera tanto tiempo antes de encontrar el alivio eterno?”  Esto muchas veces nos distancia de Dios y nos hace sentir que está muy alejado de nuestras tristezas y luchas.

Al encontrarse de frente con estas situaciones, muchos cuestionan su bondad o sabiduría, pero es en esos momentos cuando debemos recordar de nuevo ese pequeño verso: “Jesús lloró”.  Dios sí entiende nuestras angustias y tristezas, y está en control de todo, a pesar que nosotros creamos que no.

  1. Si dudas que a Jesús le importas, recuerda que sus lágrimas y su dolor en la cruz fueron por ti.
  2. En medio del dolor sobran las explicaciones, es como si intentáramos explicar la ley de la gravedad a una hormiga, le bastará entender que si cae de un lugar muy alto sufrirá las consecuencias. Recuerda, la muerte es tan sólo otra etapa de nuestras vidas (Mateo 10:39).

HG/MD

“Estimada es en los ojos del Señor la muerte de sus fieles” (Salmos 116:15).

En memoria:

Natividad Chaves Herrera (1951-2018)

Elnora L. Befus (1930-2018)

Frank Edwards (1940-2018)

Joan Edwards (1941-2018)

Mora Guerrero Rafael Ángel (1940-2017)