Lectura: Eclesiastés 2:1-11

Muchas personas dicen que viven vidas demasiado ocupadas, como para dedicar tiempo a las cosas de Dios; algunos incluso dicen que cuando se han intentado acercar a Dios, su vida se ha complicado más, debido a que en verdad no quieren renunciar a aquellas cosas que saben están mal y no quieren cambiar.

También existen personas se involucran en actividades tan sólo porque si, y procuran estar ocupados como una excusa para no enfrentar la realidad.  El alcohólico trata de adormecer sus sentidos, usando el licor para escapar de la realidad de sus relaciones y obligaciones laborales o familiares.  Otros se esconden en largas jornadas diarias, todo con el fin de evitar regresar a un hogar lleno de complicaciones. También, están los que se llenan de actividades en las iglesias, pero no por amor al Señor, sino tan sólo para tener una apariencia de piedad ante otros.

Hace miles de años, el autor de Eclesiastés también sufrió de ese problema; buscó la satisfacción manteniéndose ocupado, construyendo y sembrando muchas viñas.  Sin embargo, al hacer un recuento de su vida llegó a la conclusión de que estaba vacía y lo describió con las siguientes líneas: “Luego yo consideré todas las cosas que mis manos habían hecho y el duro trabajo con que me había afanado en hacerlas, y he aquí que todo era vanidad y aflicción de espíritu. No había provecho alguno debajo del sol” (Ecl.2:11).

Todos podemos cometer el mismo error incluso creyendo que servimos al Señor. Hay creyentes que creen que la iglesia no subsistiría sin su “valioso” aporte, se olvidan que tan sólo somos siervos, Dios es el Señor y el único que merece nuestra alabanza.

  1. Enfrentemos nuestra realidad y permitamos que sea Dios el que gobierne nuestras vidas y relaciones.
  2. Nunca aceptes más trabajo si esto representa sacrificar el tiempo de calidad y suficiente para tu familia; o si esto significa que ya no tienes tiempo para orar diariamente y estudiar la Palabra de Dios.

HG/MD

“Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón” (Mateo 6:21).