Lectura: Salmos 51

Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciaras. -Salmos 51:17

En la agonía del Salmo 51, David parece contradecirse a sí mismo. El exclama, “Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto” (v.16). Luego, dos versículos más adelante, dice, “Entonces te agradaran los sacrificios de justicia, el holocausto” (v.19). ¿Acaso Dios quiere nuestros sacrificios o no?

Los sacrificios se parecen a las flores que un esposo le da a su esposa después de una acalorada discusión. La esposa no necesita las flores. Sólo son de valor para ella si representan de manera precisa los sentimientos de su esposo. Si ella cree que son simplemente un ritual y no simbolizan el arrepentimiento de él, las flores empeoran la línea divisoria entre ellos.

Dios no necesitaba a los animales que se le ofrecían en sacrificio. Hebreos dice, “Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados” (10:4). Estos sacrificios señalaban al pago que Jesús haría de una vez por todas con Su propia sangre cuando murió por nuestros pecados.

Lo que importaba era la actitud de aquellos que hacían los sacrificios. Si las ofrendas no se daban con arrepentimiento, el ritual era una burla. Esa es la razón por la que David escribió, “Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciaras” (Salmos 51:17).

1.  ¿Te has preguntado por qué haces algunas cosas que parecen buenas, será por ritualismo o por costumbre?

2.  Dios desea que las cosas que haces para el Él sean sinceras; ¿eres sincero cuando haces ese tipo de cosas?

NPD/HWR