Mártires de la Fe

Resistencia extrema

Turkmenistán, Shageldy Atalov, entre 1998 a 2001

“¡Quebrántele la moral o destrúyanlo en lo físico!” Los burócratas de Turkmenistán habían perdido la paciendo con el predicador callejero.

A Shageldy Atalov le ofrecieron su libertad bajo la amnistía del presidente Saparmurad Niyazov el 23 de diciembre de 2000, a condición de que hiciera el juramento de lealtad al presidente y recitara el credo musulmán.  Shageldy rehusó de nuevo la amnistía.

Antes, los oficiales del estado habían amenazado a Shageldy a fin de que dejara de predicar.  Lo arrestaron en diciembre de 1998 y lo sentencieron a dos años de prisión, pero el fiscal apeló el veredicto como: “no lo bastante severo”.  Entonces lo sentenciaron a dos años más en la cárcel. Shageldy tenía tanto dolor por las fuertes palizas que les pidió a sus hijos que no lo tocaran.

En febrero de 2000, a su esposa y sus cinco hijos los sacaron a la fuerza de su hogar y los exiliaron en la remota Kaakhka donde permanecieron bajo “arresto en la aldea”.

Cuando su familia recibió permiso para visitarlo principios de febrero de 2001, Shageldy se despidió.  Su esposa notó que “durante la visita estaba amoratado y magullado, le dolían los riñones y el hígado y sufría de ictericia (debido a daños en su hígado).  Casi no podía caminar y perdía el conocimiento con frecuencia”.  No esperaba sobrevivir mucho más tiempo.

A pesar de esto, Shageldy todavía no estaba quebrantado.  No se daba por vencido y aunque su libertad estaba a su alcance, no la aceptaría si significaba abandonar su lealtad a Cristo.

Los humanos podemos vivir por muchas semanas sin comida, pero no sobrevivimos muchos días sin agua.  De la misma forma, nuestros espíritus también necesitan el alimento espiritual.  Podemos pasarnos varios días, meses y aun años sin compañía; nuestros espíritus incluso sobreviven a pesar de la soledad.  Somos capaces de vivir sin paz, soportando enfermedad tras enfermedad; nuestros espíritus aunque desalentado, sobrevivirán.  No obstante, si tratamos de resistir por largo tiempo sin la esperanza de Jesucristo, nuestros deseos de vida disminuirán.  No podemos vivir sin esperanza, el valioso regalo de Dios a sus hijos.  

Si se está sintiendo como que no puede seguir adelante, pídale a Dios que lo aliente y lo motive.  Solamente así resistiremos las cosas con una fuerte esperanza en Jesús.

Nos acordamos sin cesar, delante del Dios y Padre nuestro, de la obra de su fe, del trabajo de su amor y de la perseverancia de su esperanza en nuestro Señor Jesucristo.   – 1 Tesalonicenses 1:3

Tomado de: Devoción Extrema, la Voz de los Mártires, pág.151